jueves, 5 de agosto de 2010

Los dos primeros Concilios Ecuménicos y la formación de la ortodoxia cristiana.

Los dos primeros Concilios Ecuménicos y la formación de la ortodoxia cristiana.



       “La herejía es asunto de humana     temeridad, y no puesto de la divina autoridad: cuando viene,   siempre pretende enmendar los Evangelios” (Tertuliano)





a) Antecedentes

La religión cristiana fue el cimiento primordial para la formación de la nueva sociedad medieval. A pesar de la crítica que siempre ha recibido, como oscurantista y retrógrada, en realidad logró cuando la caída del antiguo Imperio romano y el nacimiento de la Edad Media, unir los fragmentos de la cultura anterior y mantener integrado el nuevo sistema que se estaba formando. Por ello es importante conocer la formación misma de esta institución. Hallar las raíces que la crearon, ya sean aquellas que siempre la expresaron, es decir, las que siempre formaron parte de la ortodoxia; así como aquellas que por contravenir los dogmas, promovieron intentos de explicar la razón y las bases mismas de la fe. Así, al ser realizados, sentaron las bases del dogma cristiano, y también la gestación, en algunos casos, de nuevas herejías y disputas doctrinales. Pero, ¿de qué manera se originaron estas reuniones de las cuales surgió la doctrina cristiana y qué tipo de movimientos cismáticos los ocasionaron? Demos paso a la explicación de lo que son estas grandes reuniones que conocemos con el nombre de Concilios Ecuménicos: Un concilio es una asamblea compuesta esencialmente de obispos; constituye una forma de gobierno de la Iglesia. En un principio, los obispos se reunían en asambleas suscitadas por problemas concernientes a sus diócesis, pero al expandirse el tamaño del problema, ya no pueden resolverse de manera sencilla. Así pues, los jefes de las Iglesias de una región o una provincia se reúnen para aproximar sus respectivas experiencias. Es así como se asiste primero a la formación de concilios regionales o provinciales. Algunas de estas reuniones rebosan ya el cuadro de la provincia y agrupan al episcopado de todo un país. Las hay que incorporan a los obispos de casi toda una parte, ya sea occidental u oriental del Imperio. Sin embargo, la necesidad de una mejor organización de preceptos y dogmas que atañen a toda la Iglesia, sugirió la formación de reuniones donde el número de componentes y su origen fuese más universal. Así pues, se crearon estas asambleas que conocemos como concilios ecuménicos. Mas el definir en qué consiste un concilio ecuménico, no es nada sencillo y mucho menos determinar que sínodos pueden ser considerados de esta forma o no. Primero, debe ser una asamblea convocada por el Papa, que reúne a los obispos y otros prelados que representan a la Iglesia católica universal. Si utilizáramos este criterio, pocos serían los concilios de la antigüedad que podríamos catalogar de ecuménicos, ya que muchos de ellos fueron convocados por los emperadores. Por tanto, no nos sirve de criterio para determinar el ecumenismo. Tampoco nos sirve la universalidad de la representación, pues hubo concilios catalogados como ecuménicos, donde la confluencia fue menor que en algunos provinciales. Además, en algunos sólo hubo representantes de la región oriental o viceversa. El ecumenismo del que tanto se habla en torno a los concilios del pasado, es, como puede verse, una noción muy vaga. El primer testimonio conocido de atribución del título de ecuménico a un sínodo, es el de una carta que los obispos reunidos en Constantinopla enviaron, en 382, al papa Dámaso. En dicha carta, los obispos orientales dan ese título al concilio que se había celebrado en Constantinopla el año anterior, y que más tarde obtendría el segundo puesto en la lista de concilios ecuménicos. Con lo anteriormente expuesto y ajustándonos a la lista tradicional, hablaremos de los dos primeros concilios denominados ecuménicos, que por ser los primeros en donde intervinieron gran cantidad de obispos de diversas regiones, dieron paso a la formación de dogmas significativos para la historia de la ortodoxia cristiana. Oriente, cuna del cristianismo, será llamado a explicar los fundamentos de la nueva fe, la que sus predicadores propagan hasta las fronteras más remotas del imperio. La persona de Cristo ofrece a los espíritus cultivados de la época, amplio tema de reflexión; pero cuanto más se esfuerzan por comprender las líneas básicas de la nueva religión, más dificultades surgen. Jesús de Nazareth se presenta, a la vez, como Dios y como hombre ante los ojos del lector de los evangelios. El problema surge de inmediato, el cómo armonizar la afirmación de un Dios único y conciliar los dos elementos, el humano y el divino en una misma persona. Los estudiosos convertidos al cristianismo, acostumbrados a la sutileza de la filosofía griega, intentarán traducir los elementos de su fe a un lenguaje racional. Hecho nada fácil, surgirán las divergencias en torna a la manera de trasladar en términos filosóficos el contenido doctrinal del evangelio. Pero, estos problemas formarían parte de un reducido círculo, convirtiéndose algunos de ellos en sectas disidentes, manteniéndose la gran masa insensible a sus ideas. Así, no fueron motivo de preocupación para la Iglesia.
En los albores del siglo IV el panorama cambia. Los debates doctrinales se plantean ante el pueblo, al que intenta hacer interesar en los delicados problemas teológicos, presentándolos bajo fórmulas simplificadas. Surgen las pasiones y se forman bandos y partidos; lo personal prevalece sobre los problemas doctrinales. La unidad de la Iglesia se ve gravemente amenazada; sus divisiones internas ponen en peligro la paz social. Estas circunstancias explican el carácter de estos concilios ecuménicos; serán ante todo doctrinales. Las cuestiones disciplinarias no fueron el motivo de dichos concilios. Creados para solucionar las discrepancias doctrinales, factores de división, los concilios interesaban a la autoridad civil. Por ello, los emperadores creyeron su obligación, intervenir y poner su poder a disposición de la Iglesia para ayudarla a recobrar su unidad. De ahí que dichos concilios estén marcados por la injerencia imperial. Ahora bien, el origen de estas rupturas doctrinales o herejías se dieron desde el principio del cristianismo. Existe un pasaje de San Pablo en Corintios (11, 19) en el que menciona que es necesario que existan bandos, para que de ellos salgan quien tenga verdadera virtud. Es más, muchas da las epístolas de los apóstoles, son contestaciones a nuevas formas de seguir el incipiente cristianismo. Sin embargo, es con Irineo de Lyon, a finales del siglo II, cuando se impone la idea de que la Iglesia había sido una en sus orígenes, pero que las herejías, consideradas ya como errores doctrinales, habían introducido la discordia. La ortodoxia era la recta opinión ante las perversiones heréticas, como cuerpo doctrinal del que los apóstoles habían sido depositarios y que los obispos, sus sucesores, trataban de mantener. El Papa sería el encargado por excelencia. Ahora bien, la palabra herejía, etimológicamente no contiene un sentido peyorativo, pues en griego, haeresis significa opinión, opción espiritual libremente elegida. Aunque si la vemos como una dislocación de alguna construcción completa, mediante la introducción de una negación de sus partes esenciales, entonces sí puede ser fuente de destrucción de su origen. Mas la herejía deja en pie parte de la estructura de aquello que ataca. No niega por completo el sistema en su totalidad de donde surge. Por ello, atrae a los creyentes y afecta sus vidas, apartándolas de sus características primitivas. Por eso se dice que sobreviven por aquellas verdades que conservan. De esta forma, las herejías afectan vitalmente a la sociedad que penetra. Es realmente esa situación la que combate la ortodoxia. No es el conservadurismo, es la percepción de que la herejía originará una forma de vida y un carácter social contrario y dañino a la forma de vida y al carácter social originado por el viejo sistema ortodoxo. Ese es el interés histórico de la herejía. El hecho es que la doctrina y su negación, forma la naturaleza de los hombres y que las naturalezas así formadas determinan el futuro de la sociedad constituida por esos hombres. Todo lo anteriormente dicho, nos lleva a observar que nuestra cultura fue hecha por una religión. Sus modificaciones o desviaciones de las normas que impone, afectan necesariamente la civilización en su conjunto. Con esta visión estructuralista de las herejías, podemos introducirnos a los cambios ideológicos presentes en el periodo que estamos estudiando, el periodo que va del 325 al 382, aproximadamente, es decir, el transcurso de tiempo entre el primer y segundo concilio ecuménico y como esta época, creó las bases para la formación del Credo Niceno-constantinopolitano y lo que surgió con él.



b) El Arrianismo

“El Hijo no siempre ha existido (...), el mismo Logos de Dios ha sido creado de la nada, y hubo un tiempo en que no existía; no existía antes de ser hecho, y también El tuvo comienzo. El Logos no es verdadero Dios”. (Arrio)





El cristianismo, que tuvo su campo de expansión inicial en la sociedad helenística, alimentó desde fecha temprana distintas escuelas doctrinales. El más elevado nivel cultural de la cuenca oriental del Mediterráneo -matriz del imperio bizantino- y su consiguiente mayor proclividad a la especulación teológica, hicieron de ella campo abonado para las primeras grandes herejías: gnosticismo, montanismo, marcionismo, arrianismo, nestorianismo, monofisismo, etc.

Hasta fecha avanzada, el Occidente romano-germánico fue a remolque de la proliferación de corrientes doctrinales anatematizadas por una ortodoxia cada vez más definida. Priscilianismo, donatismo o pelagianismo (entre fines del siglo IV y comienzos del V), pese a su indudable importancia, quedan en un rango inferior frente a las grandes querellas cristológicas de Oriente. El arrianismo, religión de los germanos asentados en el Occidente desde los inicios del siglo V, fue, a fin de cuentas, una herejía de procedencia oriental. ¿De dónde surge esta herejía llamada arrianismo? Arrio fue un sacerdote en Alejandría nacido hacia el año 256 en Libia, padre de una de las mayores herejías que amenazaron al cristianismo de los primeros siglos. Era un dirigente ascético y moral que se atrajo muchos seguidores; sus ideas las publicó en el año 323 en una obra poética titulada Thalia (Banquete), siendo difundida mediante canciones populares escritas para la gente llana. No fue sino hasta haber alcanzado la edad de 60 años cuando comenzó a predicar sus particulares doctrinas, caracterizadas por un descarnado realismo teológico tendiente a eliminar el sentido del “misterio” que, para muchos, se debió a una fuerte influencia de las escuelas filosóficas vigentes por entonces (aristotelismo, platonismo, estoicismo y muy especialmente las enseñanzas del judío alejandrino, Filón). Para Arrio la solución estaba clara: para mantener la unidad de Dios, sacrificó la Deidad de Cristo. A su entender el Hijo era simplemente la primera criatura del Padre hecha de la nada. Solamente el Padre tiene por naturaleza la propiedad divina, y si del Hijo en alguna ocasión se dice que es Dios, es solamente una forma de hablar, un título, pero en realidad algo que no corresponde a la realidad misma de su naturaleza. A primera vista esto parecía ser la solución más fácil para dar una respuesta al problema planteado; incluso tenía una ventaja: era una solución racionalista, entendible por cualquiera. El problema es que tenía un fallo fatal, que hacía depender la salvación de una criatura, y, por lo tanto, echaba abajo el mismo cimiento de la salvación.

“El Hijo salió del Padre fuera del tiempo, creado y constituido antes de los siglos, no existía antes de nacer, sino que, nacido fuera del tiempo antes de todas las cosas, recibe el ser él solo del Padre solo. Pero no es eterno, ni coeterno, ni increado juntamente con el Padre...”, por tanto, Cristo es de naturaleza distinta (anomoios) al Padre.

El Padre es la causa primera del ser, el único que no tiene principio y al que le compete una substancia independiente. Sólo Él es sin comienzo, ingénito e increado; sólo Él es eterno, inmutable e invariable y solamente de Él es propia la naturaleza divina. El Hijo es engendrado, luego es criatura. Los títulos Dios, Logos, Sofía (Sabiduría) y Dynamis (Poder), se le aplican en virtud de la gracia, no de su naturaleza. Tales influencias resultaron a la postre, la clave para que sus ideas se impusieran rápidamente entre sus contemporáneos. La historia nos relata la rápida difusión que las doctrinas arrianas tuvieron por el imperio romano, principalmente entre los cuadros militares, los nobles y hasta el clero (sobre todo del norte de Africa y Palestina), no así respecto del común del pueblo. Como en todos los grandes cambios en la historia, los bandos en lucha eran minorías. Muchas de las viejas familias nobles se resistían a aceptar la revolución social que implicaba el triunfo de la Iglesia cristiana. Se pusieron de parte de un movimiento que instintivamente sentían espiritualmente opuesto a la vida de esa Iglesia y que llevaba con él una atmósfera de superioridad social sobre el populacho. Esta actitud, que ahora llamaríamos “Snob”, fue compartida por los intelectuales de la época y por el ejército, pues esto no quería ser comparado al pueblo llano. Deseaba marcar la diferencia de status. Además, es importante mencionar el miedo que siempre se ha tenido hacia las emociones populares desbordadas. Los sentimientos que impresionan el espíritu del pueblo y especialmente de la gente pobre, que de extenderse y apoderarse de la masa del pueblo, podrían volverse demasiado fuertes para ser reguladas y habría que ceder ante ellas. Y aquí viene la paradoja: Un gobierno absoluto parecería lo opuesto de un gobierno popular, pero sabemos que se apoya en la mayoría, es decir, el poder imperial de Constantinopla, sentiría simpatía por el pueblo que lo soporta y no por los intelectuales y nobles que pueden tratar de derrocarlo. Así mismo, el ejército, un poder tan fuerte en el imperio romano, sentía atracción hacia el arrianismo, y eso no era poco. Y lo siguió porque creyó que era un distintivo que lo hacía superior al populacho. Este es pues, el ambiente que da origen a las disputas doctrinales que veremos en los concilios. Pero debemos seguir un poco con los antecedentes. ¿Quién fue la figura que organizó el primer Concilio?


c) Constantino y la formación de la Iglesia Católica



Es evidente que el hecho histórico más relevante en el siglo IV, tras la restauración del Estado llevada a cabo por Diocleciano, es la conversión del cristianismo en la religión sociológicamente dominante del mundo mediterráneo. Si a principios de siglo el cristianismo no deja de ser una más de las tantas religiones de salvación de origen oriental existentes en el Imperio, mediado el mismo y tras su reconversión en catolicismo, se transforma en una marea que lo engulliría, mediatizaría y estrangularía todo, desde la misma sociedad, hasta la cultura y, por supuesto, la política. Ese cambio, sin embargo, no se produjo sin una profunda crisis que queda reflejada en el pensamiento histórico y literario de la época. Esto sería inexplicable sin la figura de Constantino (306-337) como emperador de oriente. Como figura histórica Constantino vive una época convulsa y tremendamente complicada, lo que refuerza su imagen de hombre inteligente que no sólo fue un gran militar y estratega, sino también un político hasta la médula. Todo ello sin obviar el carácter severo, violento y de ostentación que marcaron a casi todos los emperadores del imperio. La idea del Edicto de Milán de 313 no parte de Constantino, sino de Licinio, que ya en el 311 había usado el mismo sistema firmando junto a Galieno un edicto de tolerancia para apaciguar a los grupos religiosos de sus ámbitos gubernamentales. Este primer edicto de 311, firmado por Licinio y Galieno, es obviado por las fuentes eclesiásticas de forma interesada, tomando el firmado en 313 como de libertad de culto para los cristianos en exclusiva y dando como impulsor del mismo a Constantino. Lo cierto es que tanto el de 311 como el de 313 son edictos de tolerancia religiosa para todas y cada una de las religiones que existen en ese momento, no sólo para los cristianos. Es ese año 313 cuando Constantino comienza, de verdad, a tener en cuenta a los cristianos como fuerza de mantenimiento del orden y la paz, no sólo porque están organizados a lo largo y ancho de todo el Imperio, lo que los convertía también en una fuerza de espionaje y sabotaje sin parangón, sino porque la doctrina cristiana se acercaba mucho a lo que él mismo entendía por una religión. Como su padre, Constantino era un adepto al culto solar - Sol Invictus-. Las fuentes católicas se hacen eco de su revelación divina a raíz de una aparición. Lo cierto es que Constantino fue adicto a las apariciones divinas, entre ellas la de un Apolo Solar durante su estancia en Vosgos. Es evidente que Constantino era más un hombre de Estado que un hombre religioso, y su política al respecto lo prueba. Durante el año 313 los símbolos cristianos se multiplican en las monedas y las menciones a otros dioses "paganos" se van apagando. Pero es en el año 314 cuando los cristianos le piden que intervenga en una disputa con respecto a la doctrina donatista, vendiéndole la imagen de perturbación de la paz que producía la duplicación de la doctrina cristiana. Era evidente que la idea de unificación que Constantino albergaba tendía a cerrar una disputa que había dividido el norte de África, fuente de avituallamiento de todo el Imperio, donde surgían comunidades cristianas paralelas por doquier con una doctrina que estaba tomando el tinte de una cierta lucha social - los campesinos, literalmente trillados por los impuestos imperiales para el mantenimiento de las luchas internas entre los tetrarcas, se sintieron más cerca de los donatistas, cuya nueva doctrina aprovechaban para saquear haciendas y bienes de aquellos que no la compartían-. Donde de verdad Constantino vio la oportunidad fue en que, si bien los cristianos no donatistas le habían pedido intervención, los donatistas también lo hicieron. Y él no desaprovecha la ocasión para imponer su criterio. Nombra a Milciades, obispo de Roma y a Marcos, procónsul de África, como jueces en la disputa, celebrando el llamado Concilio de Arlés, al frente del cual pone a Ceciliano. La cuestión no era que el Concilio terminara con el cisma donatista, para Constantino la cuestión era que el Concilio de Arlés es el primer Concilio sujeto a arbitrio imperial y abría una serie de posibilidades que, como hombre de Estado, no le pasaron por alto. El Concilio de Arlés es el verdadero antecedente histórico para el Concilio de Nicea, también sujeto a arbitrio imperial.

Constantino entiende perfectamente que la religión es un arma formidable si consigue que esta respalde al Estado: gobernar al ciudadano no sólo legislativamente, sino también moralmente. Convencido de la necesidad de crear un gobierno respaldado por una religión de Estado, se lanza de lleno a la creación del Imperium Christianum. Las bases para ello las viene creando desde el 313, cuando comienza su actitud "césaropapista". Es más, él es el primero que acuña el concepto de Iglesia Católica, no San Pedro ni ningún otro santo, Constantino. En una carta enviada al procónsul de África, Anulino, a raíz del cisma donatista, se incluyen dos puntos que aclaran cuáles son sus intenciones. Es el primer escrito en el que aparece el concepto de catholica ecclesia - es decir, universalmente reconocida- y la exención de sus clerici de las cargas (numera) curiales; la concesión de la inmunidad eclesiástica. Podría parecer que este acto fue gratuito, pero teniendo en cuenta que los cristianos se consideran a sí mismos soldados de Cristo y que Constantino vislumbra ese Imperium Christianum, no sólo no se puede decir que es un acto gratuito sino que además se puede aseverar que fue interesado y, políticamente, muy acertado.

Constantino se da perfecta cuenta de que si quiere un respaldo religioso a su política, si pretende conseguir el gobierno del hombre por la ley y la moral, necesita no sólo respaldar su dinastía, ser pontifex maximus o ejercer el cesaropapismo. Es menester que las diferentes religiones admitan el origen divino de su poder, no porque sea dios, sino porque dios así quería que fuera. Necesita que las diferentes religiones respalden al Estado y unifiquen criterios que le sean más provechosos al Imperio. Precisa que las distintas religiones unifiquen criterios en vez de entrar en una guerra abierta por los creyentes. En parte ya lo está consiguiendo con el mitrianismo - Sol Invictus- y el cristianismo. Un buen ejemplo de ello es que el Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti) se celebraba cuando la luz del día aumentaba tras el solsticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre. Curiosamente resulta que es a partir del Concilio de Nicea cuando queda sentado que el 25 de diciembre es la fecha del nacimiento de Cristo - no de Jesús, de Cristo-. También cabe señalar que el gorro que usaran obispos, arzobispos y el mismo Papa, la mitra, tiene su origen en el tocado de dignidad que llevaban los sacerdotes de Mitra y, posteriormente, los sacerdotes persas que vestían de blanco - es evidente que el tocado no era, ni mucho menos, parecido a lo que, hacia el siglo V, se usaba en la Iglesia Oriental, que no pasaba de ser un bonete semiovoide. Pero su origen está claro y es indiscutible-. Incluso el halo que aparece en las figuras de los santos rodeando su cabeza es una copia del que aparece alrededor de la cabeza del auriga del carro del Sol Invicto.

Para el Emperador no existía problema a la hora de reunir a las diferentes religiones paganas. El problema era, precisamente, meter en el saco a los cristianos. Y Arrio fue la excusa perfecta.

Hasta el año 320, el cristianismo es tolerado y favorecido, pero nunca convertido en la religión oficial del Estado. Es la época de compromiso con la antigua religión - Constantino seguía siendo pontifex maximus, impronta que remarca en el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino- y de equilibrio entre cristianos y paganos. Tanto es así que el Emperador tiene consejeros de varias religiones... pero por los cristianos tiene a Osio de Córdoba (256-357).

Esta figura, que parece pasar desapercibida en los libros de historia, siendo nombrada sólo de soslayo, jugará un gran papel en los hechos que desembocarían en el Concilio de Nicea. Para poder demarcar su carácter decir que, anteriormente, ya participa de forma activa en el Concilio de Elvira en Hispania. Concilio poco conocido en el que se trata la separación de las comunidades judías hispanas y estrictas prohibiciones para alejar a los cristianos de "ambientes" paganos. Sentadas las bases de lo que era la situación en ese momento, podemos dar paso a la exposición de lo que sería el primer Concilio Ecuménico, el de Nicea del 325.


d) Concilio de Nicea I




Ante el imparable proselitismo de los arrianos y advertido de sus nefastas doctrinas, el obispo de Antioquía, Alejandro, actuó en consonancia, generándose una fuerte controversia entre los dos partidos en pugna: el católico y el arriano.

Ante ese estado de cosas, el emperador Constantino junto al papa San Silvestre I (313-335) decidieron convocar a un concilio que zanjara el asunto. Previo a ello, en el año 324, y gracias a la prédica del obispo de Córdoba, Osio, se convocó a un sínodo donde Arrio y sus doctrinas fueron puestas a consideración. Así, un 30 de mayo del año 325, en Nicea, se llevó a cabo el I Concilio Ecuménico, en el que participaron 318 padres conciliares entre los cuales se encontraban los legados del Papa y los representantes del arrianismo. Fue una verdadera cumbre que reunió a los líderes cristianos de Alejandría, Antioquía, Atenas, Jerusalén y Roma. Entre los asistentes, estaban las figuras eclesiásticas más relevantes del momento: Osio, obispo de Córdoba – al que, desde el primer momento, Constantino permitió dirigir las deliberaciones -, Alejandro de Alejandría, Marcelo de Ancira, Leoncio de Cesarea, Eustaquio de Antioquia... incluso unos presbíteros representaron al obispo de Roma, que no pudo asistir debido a su avanzada edad y también figuraban entre los asistentes personas más o menos próximas a Arrio, como Eusebio de Cesarea o Eusebio de Nicomedia. En cierto modo, si hacemos caso a este escenario todas las corrientes estaban más o menos bien representadas y, según dos de los principales cronistas del evento, Rufino y Atanasio, las discusiones fueron acaloradas pero sustancialmente “límpias” y, lo más importante, Constantino se abstuvo por lo general – al menos, por su propia palabra – de participar en ellas. Esto contrasta con algunas descripciones modernas – quizá fruto de un revisionismo ciertamente interesado - de la actuación de Constantino en el concilio, interviniendo y dirigiendo las intervenciones. Está claro que, del resultado del convenio dependía en buena parte la estabilidad de una parte cada vez más grande de la población del Imperio, y es justo que Constantino deseara esa estabilidad pero es muy discutible que dirigiera el resultado de las deliberaciones porque, para empezar, el intelecto del emperador – y de casi cualquiera de los mortales – tendría serios problemas para asimilar buena parte de los temas, términos y abstracciones discutidos en Nicea. El emperador se limitó a enviar a Alejandro y Arrio, los dos principales contendientes, una epístola moderadora que tiene más de la ignorancia del soldado que de la razón del estadista y, siguiendo este razonamiento, es posible que solo acabara apoyando a Osio porque, simplemente, le resultara la opinión más comprensible, y porque en los posicionamientos preliminares de los dos primeros días, Arrio solo gozaba del apoyo de dos obispos de Egipto, siete presbíteros y doce diáconos. Evidentemente, Arrio salió derrotado. Sin embargo, tratar de explicar el resultado de este sínodo universal, es complicado, pero se puede expresar lo dispuesto en él: El texto final del Símbolo dispuso: “Creemos: en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador de lo visible e invisible, y en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo de Dios, engendrado unigénito del Padre, es decir, de la misma sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios Verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre, por el cual todas las cosas fueron hechas, las celestes y las terrestres, el cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó y se hizo carne, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día, subió a los cielos, vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Y en el Espíritu Santo. Más lo que afirman: Hubo un tiempo en que no fue y que antes de ser engendrado no fue, y que fue hecho de la nada, o los que dicen que es de otra hypóstasis o de otra sustancia o que el Hijo de Dios es cambiable o mudable, los anatematiza la Iglesia Católica”.

Según el credo aprobado – la resolución más importante del concilio – Jesucristo no habría sido creado antes de lo tiempos, esto es, el punto de vista arriano. Antes bien, como “hijo” es también “de la misma naturaleza que su padre” (en griego Homo-ousios) una interpolación de la idea helenística de la consustancialidad, idea que aunque resulta escasamente bíblica, era más fácil de concebir por la población del Imperio, incluido el mismo Constantino. En otras palabras, se reafirmó que Cristo no es un segundo Dios o un semi-Dios, sino que es Dios como el Padre lo es, y sólo Dios es el único mediador a través del Logos (o Verbo), el Hijo de Dios que es Dios, como el Padre es Dios. En consecuencia, sólo Dios puede realizar la divinización a través de la Encarnación y de la Redención. En definitiva, desde el primitivo cristianismo, el concilio había creado, de hecho, el catolicismo. Algunas otras resoluciones fueron también muy importantes: Decreto sobre la fecha de la Pascua: “... Nosotros no debemos, por tanto, tener nada en común con los judíos, porque el Salvador nos ha mostrado otro camino; nuestra adoración sigue un curso más legítimo y conveniente (el orden de los días de la semana), y consecuentemente en unanimidad al adoptar esta manera, deseamos, queridos hermanos, separarnos de la detestable compañía de los judíos, porque es verdaderamente vergonzoso escuchar que se vanaglorian de que sin su dirección no podemos guardar esta fiesta...”

Así mismo, se instauraron 20 Cánones acerca de disciplina eclesiástica, de regulación de sínodos, de reconocimiento de sedes patriarcales: Roma, Antioquía y Alejandría, etc. Una Carta sinodal, enviada a varias iglesias y en la que se informa sobre el concilio.

“Los dogmas que ellos (los seguidores de Arrio) han inventado, contrarios a las Escrituras, son: que Dios no fue siempre Padre, sino que hubo un periodo en el que no era Padre; que el Verbo de Dios no es desde la eternidad sino que fue hecho de la nada, pues el Dios sempiterno (el Yo Soy - el Eterno) hizo al que no tenía existencia, de la nada; por lo tanto hubo un tiempo en el que no existía, así que el Hijo es una criatura y una obra. Que él no es como el Padre en lo referente a su esencia, ni por su naturaleza es el verdadero Verbo del Padre ni la verdadera Sabiduría, sino que en realidad es una de las obras de Dios; por lo cual Dios hizo todas las cosas y también a él. De ahí que en cuanto a su naturaleza sea mudable y susceptible de cambio, como las demás criaturas racionales; por eso el Verbo es ajeno y distinto a la esencia de Dios y el Padre es inexplicable por medio del Hijo e invisible para él, pues ni el Verbo conoce perfectamente y con seguridad al Padre ni puede verlo con claridad. El Hijo no conoce la esencia de su propia naturaleza, pues él fue hecho por nuestra causa, para que Dios nos creara por medio de él, como un instrumento; tampoco habría existido si Dios no hubiera decidido crearnos.

Algunos les preguntaron si el Verbo de Dios podía cambiar como cambió el diablo, y no tuvieron temor en afirmar: <>.”

(Sócrates, Hist. Iglesia 1,6)

“Cayó (Arrio) en discursos absurdos y tuvo la audacia de predicar en la iglesia lo que nadie antes había enseñado, esto es, que el Hijo de Dios fue hecho de lo que no tenía existencia anterior, que hubo un tiempo cuando no era; que poseyendo libre albedrío era capaz de vicio y virtud y que fue creado y hecho.” (Sozomoneo, Hist. Iglesia 1,15)



Los arrianos al negarse a firmar el célebre “Símbolo de Nicea” -que reafirmó el llamado “Símbolo de los Apóstoles” y la Encarnación del Verbo- como la condena impuesta a las doctrinas de Arrio, terminaron por retirarse del concilio.



e) Periodo entre Concilios




Muy importante es que lo que resulta del Concilio de Nicea es el catolicismo, con variaciones bastante pequeñas, que hoy día conocemos. Aparece de forma efectiva lo que será, ya para los restos, la Iglesia Católica, no sólo como concepto sino con un refinamiento en cuanto a organización que jamás había tenido ninguna otra organización religiosa, ni lo tendrá después. Se aprueba todo lo relativo a las elecciones episcopales, los patriarcas y su jurisdicción, todo lo relativo a la excomunión, la prohibición de abandono de sus iglesias por parte de los clérigos, así como la prohibición de que Obispos, sacerdotes y diáconos pasen de una iglesia a otra. En este concilio se llegan a sentar incluso las bases de la liturgia que hoy día conocemos. A pesar de la condena recibida, Arrio no se retractó siendo por ello desterrado. Sin amilanarse, continuó difundiendo sus doctrinas heréticas hasta lograr el favor y la protección de gran parte de la nobleza, del ejército y del clero. Por su parte, el emperador Constantino había relajado en mucho sus medidas contra los arrianos, lo que les permitió –intrigas mediante- acosar al obispo Atanasio, logrando que sufriera su primer destierro en el año 335. Constantino, un soldado por encima de todo y puede que obsesionado por reparar las excesos que pudiera haber cometido, dio media vuelta a sus convicciones y desterró a los tres principales prohombres católicos, Atanasio, Eustacio y Pablo de Constantinopla e incluso recibió los ritos del bautismo de manos del obispo arriano de Nicomedia... Ciertamente, un comportamiento bisoño por parte de un monarca que nunca acabó de entender las opiniones que se vio forzado a escuchar y que aceptó la solución que ofrecía más estabilidad... sin preocuparse de absolutamente nada más. La iglesia le devolvió el favor, mostrándole la más educada de las indiferencias. Los apoyos e influencias que Arrio tenía en Asia Menor y en la misma corte bizantina, por parte de Constancia, la hija del emperador Constantino, resultaron en el retorno del exilio y su readmisión en la iglesia, tras consentir en una fórmula de compromiso. Poco después de ese acto, Arrio murió de forma súbita mientras caminaba por las calles de Constantinopla, lo cual fue visto por sus contendientes como una señal del juicio de Dios sobre él. Aún así, sus seguidores decidieron continuar su labor, ganando para su causa inmensas regiones de Europa, particularmente Alemania (con la conversión de los pueblos Visigodos) y España, así como también regiones del norte de Africa. La llegada al trono imperial de Constancio (350) implicó que el arrianismo se convirtiera en su religión oficial. Pareciera que el arrianismo se vio verdaderamente robustecido por su primera derrota aparente. Y ello debido a una enseñanza, el adversario derrotado aprende el carácter de aquello que atacaba; descubre sus puntos débiles, aprende la forma en que su adversario podrá ser confundido y a que negociaciones podrá ser llevado. Así, el arrianismo aprendió de su primera gran derrota en Nicea a transigir en la forma, en el palabrerío de la doctrina, a fin de poder conservar y difundir con menor oposición su espíritu heterodoxo. Vimos como el primer conflicto había versado sobre la utilización de la palabra griega que significa “consustancial”. Los católicos que afirmaban la plena divinidad de Nuestro Señor, insistieron en la utilización de esa palabra, creyendo que bastaba presentar esta palabra como prueba. Se creyó que los arrianos se negarían siempre a aceptar la palabra y que podrían distinguirse así de los ortodoxos y ser rechazados. Pero muchos arrianos estaban dispuestos a transigir aceptando la palabra, pero negando el espíritu con que debía ser leída. Consentían en admitir que Cristo era de esencia divina, pero no que era plenamente Dios, increado. Cuando los arrianos empezaron esta nueva táctica de transigencia verbal, Constantino y sus sucesores la consideraron como una oportunidad honesta de reconciliación. La negativa de los católicos a dejarse engañar era, a los ojos de los que así pensaban, pura obstinación, y, a la mirada del Emperador, rebelión y desobediencia. Mas, para los católicos, los herejes no habían aceptado su punto principal. Habían suscrito una frase ortodoxa, pero la interpretaban de manera herética, para ellos. Si se les aceptaba, pondrían en peligro el principio de la Encarnación y a la Iglesia misma. Fue en este momento donde entró la perseverancia de Atanasio, Patriarca de Alejandría, quien siempre gozó de apoyo popular, pero lo más determinante era, su personalidad. Este hombre sufrió durante su vida, cinco destierros ordenados por diversos emperadores (Constancio, Juliano el apóstata y Valente) destierros que ocuparon una buena parte de su vida. Ello no impidió que en el año 366 fuera rehabilitado en su sede episcopal por el emperador Teodosio, el Grande (379-395), puesto que ocupó hasta su muerte en el año 373. El emperador Juliano, enemigo de la Iglesia, hizo cuanto pudo para restablecer la paz, pero no lo consiguió. Joviano, y luego Valentiniano, concedieron completa libertad de conciencia, que los dos partidos encarnizados sólo aprovecharon para extremar su odio y su furor. Así las cosas, no sólo se mantuvo esta disputa, sino que también aparecieron diversas corrientes anti-trinitarias con su propia explicación y conceptos. El panorama era cada vez más complicado. La negación de la Trinidad no era sostenida de forma uniforme por sus oponentes, sino que dentro de los anti-trinitarios había todo un arco de matices que iban desde las posturas más extremistas hasta otras más moderadas. Así había los que afirmaban que Cristo es de naturaleza distinta (anomeos) al Padre y los que sostenían que es de naturaleza similar (homoiusianos) al Padre, si bien sin llegar a afirmar que es de la misma (homousianos) naturaleza. El término anomeísmo se aplica al ala de los arrianos intransigentes que se creó después del concilio de Nicea alrededor del 355. Se llamaron así porque sostenían la "desemejanza" totalentre el Padre y el Hijo (anómoios = desemejante). Considerando la "ingeneración" como el elemento constitutivo de la esencia divina y refiriéndola sólo al Padre, los anomeos consideraban al Hijo engendrado directamente por el Padre, pero distinto por substancia y. por consiguiente, inferior a Él.

Sin embargo, debido a su cercanía con el Padre y a su función cosmológica, gozaba de un rango casi divino. En esta concepción degradante el Espíritu era considerado como la más excelsa de las criaturas producidas por el Hijo por voluntad del Padre. Los exponentes más destacados de esta orientación teológica fueron el sirio Aecio y su discípulo Eunomio, convertido en obispo de Cízico hasta que el pueblo lo expulsó de esta sede. El grupo de los anomeos tomó también de él el nombre de eunomianos. Mucho de lo dicho sobre estas controversias trinitarias tiene que ver con la identidad de Cristo. Si Cristo es Dios y también es hombre ¿cuántas naturalezas hay en él? ¿cuántas personas? ¿cómo se relacionan en él persona y naturaleza? Estas y otras preguntas eran las que estaban en el aire y no eran meras preguntas académicas, sino que envolvían conclusiones importantes acerca de la fe cristiana y de la salvación. Los arrianos convocaron diversos sínodos y concilios, como los de Sirmio (351), Tracia (359) y Constantinopla (360) en los que impusieron una fórmula de fe arriana. Esta situación de incertidumbre de los defensores de la ortodoxia duró hasta la llegada al trono de Teodosio, quien convocó a un nuevo concilio ecuménico, el I de Constantinopla (381). Allí fue confirmado el “Símbolo de Nicea” y nuevamente condenadas las doctrinas arrianas, así como las nuevas disidencias doctrinales.


f) Concilio de Constantinopla I


 
El Primer Concilio de Constantinopla se celebró entre mayo y julio de 381 y está considerado el II Concilio Ecuménico. Se inició bajo la presidencia del Patriarca Melecio de Antioquía y con la asistencia de 150 obispos de las diócesis orientales, ya que el papa Dámaso I no envió legado alguno, y entre sus principales participantes destacaron los llamados "Padres Capadocios"; Basilio el Grande, Gregorio Niseno y Gregorio Nacianceno. Este último fue designado por el propio concilio como obispo de Constantinopla y, tras la muerte de Melecio, pasó a presidir el mismo hasta su dimisión y sustitución por Nectario. El carácter ecuménico de este Concilio, en el que no participó ningún representante de la Iglesia occidental, fue confirmado por el Concilio de Calcedonia en 451. Como vimos anteriormente, tras la celebración del Concilio de Nicea en el que se condenó como herético el arrianismo, este resurgió con fuerza en la propia Constantinopla gracias al apoyo de su obispo, Eusebio de Nicomedia, quien había logrado convencer a los sucesores del emperador Constantino para que apoyaran el arrianismo y rechazaran la línea ortodoxa aprobada en Nicea y sustituyeran a los obispos nicenos por obispos arrianos en las sedes episcopales de Oriente. Además había surgido una nueva doctrina defendida por Macedonio de Constantinopla que, aunque afirmaba la divinidad de Jesucristo, se la negaba al Espíritu Santo y que es conocida como herejía Macedonia o Pneumatómaca. La gran medida adoptada por el Primer Concilio de Constantinopla fue la reafirmación del Credo niceno introduciendo en el mismo la consustancialidad del Espíritu Santo con el Padre y con el Hijo mediante la expresión: Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre per Filium procedit (Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través de hijo). Con este añadido, que fijaba la ortodoxia de la Iglesia afirmando la divinidad tanto del Hijo (contra los arrianos) como del Espíritu Santo (contra los pneumatómacos), el credo niceno paso a denominarse Credo niceno-constantinopolitano. El Hijo, sostenía Atanasio, -quien ya no pudo participar pero se tomaron sus ideas- no ha sido creado como decía Arrio, ha sido engendrado. Es decir, es de la misma sustancia que el Padre como bien indica el nombre de Hijo, y si es de la misma sustancia eso quiere decir que participa de los mismos atributos que el Padre tiene: eternidad, omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia, santidad, inmutabilidad, etc. etc. La palabra clave para Atanasio es homoousios (consubstancial), y todo lo que sea menos que eso supone rebajar al Hijo y convertirlo en un dios de segunda categoría. Esa palabra es la que en el Concilio de Nicea se impone para definir la afinidad de naturaleza que hay entre el Padre y el Hijo. Detrás de esa palabra está la afirmación de Cristo: 'Yo y el Padre somos uno.' (Juan 10:30) De este texto se servirá no solamente Atanasio, sino también Hilario y Agustín, entre otros, para enseñar la comunidad de naturaleza entre Padre e Hijo. La elección de las palabras para definir los conceptos y las ideas era crucial; de ahí que se comiencen a acuñar algunas de ellas: naturaleza, sustancia y esencia, que corresponden a las palabras griegas phisis y ousia, las cuales hacen referencia a lo que hay de común entre Padre e Hijo, y por otro lado, se acuña también la palabra persona que es la traducción más cercana a las palabras griegas hipóstasis y prosopon. De esta forma se trata de fijar con vocablos dos cosas: aquello de lo que Padre e Hijo participan y que es una naturaleza o esencia para ambos, y aquello que los distingue y que es la propiedad personal que cada uno tiene: el primero ser ingenerado y el segundo ser generado. No siempre en estos debates los términos y las palabras eran entendidos de la misma forma por los contendientes; hubo muchos malentendidos a causa de esto. Además mientras la parte oriental de la Iglesia era de habla griega, la parte occidental era latina, con lo cual había que traducir correctamente todos esos términos para que no hubiera confusión. La cuestión de las relaciones Padre-Hijo mantuvo mucho tiempo ocupados a los Padres de aquella época, hasta el punto de que apenas se prestó atención al Espíritu Santo; solamente de forma muy esporádica y secundaria se trataba sobre él porque en aquel momento todos los esfuerzos iban dirigidos a definir la relación Padre-Hijo. Pero una vez que esto se hizo se dirigió la atención hacia el Espíritu Santo. ¿Cuál era su lugar, su naturaleza y su función? Para algunos era un simple agente impersonal que Dios usaba para hacer su obra; esto es lo que enseñaba Macedonio obispo de Constantinopla, por ejemplo. Aquí es donde entran en juego, muertos ya Atanasio y los hombres de Nicea, los Padres Capadocios. Fueron ellos los que llevaron hasta sus últimas consecuencias la enseñanza de que el Espíritu Santo no es una criatura ni un poder, sino que es una Persona dentro de la Trinidad. El Espíritu Santo es consubstancial con el Padre y con el Hijo y tiene una nota que los distingue de ambos: su procesión. Cada una de las tres Personas de la Trinidad tiene una nota distintiva, algo que la distingue de las otras dos: la del Padre es ser ingenerado, la del Hijo ser generado y la del Espíritu ser procedente. Se afirma pues, la divinidad tanto del Hijo (contra los arrianos) como del Espíritu Santo (contra los pneumatómacos), el credo niceno paso a denominarse Credo niceno-constantinopolitano. El concilio también tomó medidas respecto a la condena del Arrianismo, el Macedonianismo y el Apolinarismo (Canon 1),la delimitación de las provincias eclesiásticas, prohibiéndose a los titulares de cada diócesis interferir en los asuntos de otra (Canon 2),la declaración de Constantinopla como la "Nueva Roma" elevando su obispo a la dignidad de patriarca, segundo en el orden jerárquico tras el obispo de Roma (Canon 3),la invalidez de la consagración de Máximo como obispo de Constantinopla (Canon 4) y la condena del Priscilianismo doctrina herética defendida por Prisciliano.

Credo Niceno-Constantinopolitano: “Creemos en un solo Dios, Padretodopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creemos en un solo Señor,Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Diosverdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato: padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Reconocemos un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.”

Cánones (7):

Canon 1 - Reafirmación del credo de Nicea.

Canon 2 - Circunscripción de la autoridad episcopal al territorio provincial correspondiente.

Canon 3 – “El obispo de Constantinopla debe tener la prerrogativa de honor después del obispo de Roma, porque su ciudad es la Nueva Roma.”(Canon nunca acepado por Roma)

Canon 4 - Invalidación de la ordenación de Máximo como obispo de Constantinopla.

Canon 5 - Acuerdo con el Tomo de los obispos occidentales sobre la unidad en la Trinidad.

Canon 6 - Regulación de normas para admitir una querella contra un obispo.

Canon 7 - Método de recepción de los convertidos provenientes de grupos heréticos. Se establece una diferencia: los arrianos, macedonianos , novacianos y apolinaristas son recibidos abjurando de sus errores y ungiéndolos con aceite.

Las sesiones del concilio concluyeron el 9 de julio de 381 con el solemne reconocimiento de los allí presentes al emperador por haber salvaguardado la unidad de la fe y un ruego para que ratificara los acuerdos. Al final del concilio, el emperador Teodosio emitió un decreto imperial, declarando que las iglesias debían restaurar a aquellos obispos que habían confesado la igualdad en la divinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sin embargo, a la Iglesia tampoco le benefició del todo la oficialización del culto. Como máxima autoridad del Imperio, Teodosio incluyó al sacerdocio en el funcionariado del mismo, lo que en la práctica los situaba bajo su autoridad. La problemática del «cesaropapismo» iniciada con Constantino, empezaba a tomar un cariz realmente preocupante para los obispos.



g) Resultado de los dos primeros Concilios Ecuménicos



Desde el Concilio de Nicea, se pudo comprobar que, aunque se anatemizó el arrianismo, éste encontró fuerza para mantenerse y adueñarse de la situación, manejando a su conveniencia los dogmas mismos del cristianismo. La búsqueda de soluciones al enfrentamiento entre nicenos y arrianos en sus distintas variantes degeneraría, así, en la aparición de nuevas herejías. Mismo ímpetu tendrían nuevas revisiones del credo surgido en último concilio. Tras el Primer Concilio de Constantinopla, las disputas teológicas acerca de la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fueron sustituidas por las disputas cristológicas acerca de cómo se integraban en Jesucristo sus naturalezas humana y divina, y que darán lugar al nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo. Con Agustín de Hipona culmina toda la etapa de definición de la Trinidad y de las relaciones entre las tres Personas; la conclusión a la que se llega es a la igualdad absoluta del Padre, Hijo y Espíritu Santo en todo lo que concierne a su esencia. En cada una de ellos tenemos a Dios por entero, solamente que desde un ángulo particular. Básicamente en la controversia cristológica hubo la tendencia a irse a dos extremos, lo mismo que ocurrió con la controversia trinitaria. El primer extremo era negar alguna de las dos naturalezas de Cristo; el segundo extremo era dividir la única Persona de Cristo. El combate de los Padres que permanecieron fieles a la revelación fue el mantenerse equidistante de ambos extremos. Ya hemos visto cómo Arrio negó la naturaleza divina de Cristo; pero hay quien se fue al otro lado negando la naturaleza humana, como por ejemplo Apolinar, quien enseñó que la naturaleza humana está compuesta de tres elementos: cuerpo, alma y espíritu. En Cristo se daban los dos primeros, cuerpo y alma, pero no el espíritu cuya ausencia estaba suplida por el Verbo; de esta manera Apolinar pensó que había dado con la solución para una pregunta que había surgido: ¿pudo Cristo pecar? Él dijo, no, y ello por la sencilla razón de que Cristo no tenía libre albedrío humano, sino que el Verbo tenía toda la capacidad de decisión. A primera vista esto daba una solución a la pregunta en cuestión, pero a costa de sacrificar la plena humanidad de Cristo. Porque si Cristo carecía de espíritu humano, no era hombre en el pleno sentido de la palabra, y si no era hombre, no podía ser nuestro sustituto ni nuestro Salvador. Por lo tanto la enseñanza de Apolinar era claramente errónea. Al otro lado estaba Eutiques quien enseñaba que Cristo era hombre y Dios, solamente que en la encarnación la naturaleza humana de Cristo fue absorbida por la divina y hubo una especie de mezcla, igual que cuando dos líquidos se juntan, de modo que el resultado fue una tercera cosa en la que el elemento divino tenía preponderancia. Esto planteaba serias dificultades porque significaba que los atributos humanos y divinos en Cristo se habían mezclado y no se podía hacer distinción entre ambos, mientras que la Escritura nos enseña que sí la hay, pues unas veces vemos que Cristo tiene hambre, sueño, cansancio, temor, etc. y otras que lo puede todo, lo sabe todo, no tiene limitación ni en el tiempo ni en el espacio, etc. Es decir, la Escritura sí distingue entre humanidad y divinidad en él. También estaban los que abogaban por una sola naturaleza en Cristo: la divina. Pero esto volvía a poner en evidencia la debilidad de ese sistema, porque le faltaba uno de los dos fundamentos: si Cristo ha de ser Salvador, es preciso que, por un lado sea Dios para que pueda salvar, y por otro sea hombre, para que pueda asumir nuestro castigo en nuestro lugar. Frente a estas tendencias, que negaban una de las naturalezas de Cristo, reaccionó Nestorio, enseñando que efectivamente Cristo tenía las dos naturalezas completas, pero lo hizo de tal manera que hablaba como si ambas naturalezas estuvieran asociadas a dos personas: por un lado el Verbo a quien correspondería la naturaleza divina, y por otro Jesús a quien correspondería la naturaleza humana. Esta enseñanza era totalmente antibíblica porque la Escritura no habla de dos personas, sino de una sola persona. Jesús, Cristo, Verbo, Hijo, se refieren a una misma persona. En definitiva el problema de Nestorio era el opuesto al de Eutiques, pues mientras éste último mezcló las dos naturalezas, Nestorio lo que hizo fue dividirlas. Fue Cirilo de Alejandría quien tomó sobre sí la lucha contra todas estas enseñanzas. En la cuestión teológica trabajó incansablemente para, por un lado fijar la importancia de las dos naturalezas en Cristo: divina y humana, y por otro lado aclarar que ambas están unidas entre sí por una sola persona: el Verbo. De esta manera hay una distinción entre las dos naturalezas y se salvaguarda la unidad de la persona. Hay una comunicación de ambas naturalezas con la persona del Verbo; y por eso el Verbo encarnado participa de los atributos humanos: hambre, cansancio, debilidad, limitación, etc. y de los atributos divinos: eternidad, omnisciencia, omnipotencia, etc. Por eso se dicen de Cristo en el Nuevo Testamento cosas que, a primera vista, parecen contradictorias entre sí, pero eso no es más que la consecuencia de la comunicación de propiedades que hay entre la persona y las dos naturalezas. Al haber una sola Persona en Cristo, que es divina, eso quiere decir que su naturaleza humana es impersonal; es decir, el Verbo no se unió a una persona humana, sino a una naturaleza humana. Por eso es que a María se le puede llamar apropiadamente madre de Dios, porque lo que dio a luz no fue una naturaleza humana sino una persona divina que había tomado una naturaleza humana de ella. Todavía estalló una disputa más en lo referente a las dos naturalezas de Cristo, y tenía que ver con la voluntad. Si en Cristo hay dos naturalezas ¿cuántas voluntades hay en él? ¿una o dos? Los que defendían que solamente una, la divina, fueron llamados monotelitas (una voluntad); pero esta postura era contraria a la Escritura y despojaba a Cristo de un atributo esencial para ser hombre. Sin voluntad humana, sus actos como hombre eran actos reflejos, como si de un robot programado por el Verbo se tratase. Con ello su obra redentora no tenía valor, porque le faltaba el elemento primordial de voluntariedad. Además la Escritura nos habla de su voluntad como hombre, por ejemplo en el huerto de Getsemaní, cuando lucha entre hacer la voluntad del Padre y la suya humana. Así pues, tenemos aún conflictos para rato, de los cuales se encargarán los siguientes concilios. Aunque, al igual que los que revisamos, no terminaron siendo concluyentes. Muchas Iglesias arrianas, monofisitas, nestorianas, etc. siguieron existiendo por algún tiempo más o influyeron en nuevas controversias o herejías posteriores.



h) Conclusión

“Yo no miro con aversión al hereje, sino a la herejía: al error es al que aborrezco y no al hombre que yerra, supuesto que procuro sacarle de su error. No declaro yo la guerra a la criatura, que es obra de Dios, sino que trabajo por sanar un alma que el demonio ha corrompido” (San Juan Crisóstomo)


La existencia de corrientes de opinión es consustancial a todas las grandes religiones. Ortodoxia versus heterodoxia ha creado una imagen de unidad frente a variedad de pensamiento. Las dificultades comienzan a la hora de fijar los límites entre una y otra. Hereje, heterodoxo, disidente, son expresiones utilizadas muchas veces como armas arrojadizas. Más aún, el descubrimiento de la verdad como conjunto de dogmas ha sido fruto, por lo general, de una progresiva decantación. Como herejía de fuerte arraigo social, el arrianismo había demostrado la capacidad de argumentación y la sutileza intelectual de los cristianos de cultura griega. Aunque prácticamente liquidado dentro de las fronteras del Imperio, algunas de sus modalidades del arriasnismo ganaron adeptos entre las masas de bárbaros que irrumpían en el mundo mediterráneo. La lucha contra esta herejía sirvió de pretexto para que los emperadores intervinieran en la vida y constitución misma de la Iglesia. Conocían la importancia de la religión como forma de dominar la mente del pueblo. La sociedad encontró en estas disputas teológicas, una manera de expresarse y de diferenciarse, clases altas y educadas contra clases bajas y supersticiosas. Es interesante observar como en ese periodo, no sólo la Iglesia estaba interesada en constituirse, al pueblo también le atañía la construcción de su fe. La doctrina acerca de la Santísima Trinidad, verdad angular de la fe cristiana, quedó así dogmáticamente formulada por la Iglesia antes de finalizar el siglo IV. El Símbolo de Nicea-Constantinopla fue recibido como regla de fe, tanto en Oriente como en Occidente. La cuestión trinitaria parecía ya destinada a quedar en el futuro al margen de las disputas teológicas. Si bien el arrianismo decayó definitivamente en el s. VII, muchas de sus teorías –principalmente las cristológicas y trinitarias- renacieron con la Reforma Protestante (s. XVI) bajo las ideas de Miguel Servet y por los antitrinitarios liderados por Fausto Socino, entre otros. En la actualidad, fueron recogidas por numerosas sectas como es caso de los Testigos de Jehová.




Bibliografía consultada



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Belloc, Hilaire, Las grandes herejías, trad. de Pedro de Olazábal, Buenos Aires, Sudamericana, 1966, 227 pp

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Jedin, Hubert, Breve historia de los concilios, trad. Alejandro Ros, Barcelona, Herder, 1963, 183 pp.

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Pifarré, Cebrià, Arnobio el joven y la cristología del “Conflictus”, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1988, 261 pp., (Colección Scripta et documenta, 35)

San Agustín de Hipona, Las herejías. Dedicado a Quodvultdeo, Libro Htm de Google, [ http://www.augustinus.it/spagnolo/eresie/eresie_libro.htm, 23 de marzo de 2010]

Gatha, Zaratustra

Zaratustra, Gatha. El primer tratado de ética de la Humanidad,
ed. De Nazanín Amirian, Barcelona, Obelisco, 1999, 247 pp.



Zaratustra
                                                                       
a) Análisis del contexto histórico de la obra e importancia de la misma.

Irán fue la tierra que vio nacer a Zaratustra y donde difundió su doctrina. Hacia el tercer milenio antes de nuestra era, fue víctima de invasiones de un grupo indoeuropeo conocido como ario, que quiere decir “amigos”, “compañeros” o “hermanos” y que se asentaron en gran parte de Asia y Europa.

Los diversos grupos indoeuropeos que emigraron a diversas regiones, algunos a Europa, donde formaron grupos humanos que ahora conocemos como celtas, romanos, griegos, eslavos, germanos, etc. y otros que se dirigieron hacia Irán y la India, tienen un parentesco, que se ha logrado descubrir a través de la etimología, la gramática y la lingüística, pues se observan centenares de términos comunes.

Pero estos grupos no sólo compartieron el idioma. Muchas de sus costumbres, mitologías y leyendas, organización social jerarquizada, e ideas religiosas fueron comunes entre sí. Una prueba de lo anterior, es el legado fiel de los tiempos indoeuropeos en la doctrina de repartición entre dos dioses de la administración del mundo, la magia y el derecho. Odín-Tyr para la religión escandinava; Varuna-Mitra para la religión védica.

Así como los indoeuropeos dominaron varias regiones, aún en un mismo ámbito geográfico mostraban diferente comportamiento. Al oriente de la meseta irania, la gente asentada en esta zona, que después derivaría en lo que conocemos como medos, se inició en la vida agrícola entre los años 7,000 y 5,000 a.C. Otras tribus arias como la de los parsva, maday, etc. continuaron con su vida nómada. Esta diferencia, así como el conflicto abierto con grupos nómadas como los turaníes del norte del país, dedicados al saqueo y pillaje, lo vemos reflejado en las ideas zaratústricas del Mal y del Bien. Los turaníes fueron considerados intrusos y por tanto no merecían pertenecer a la etnia aria. Así los denominaron a-arios, es decir, no amigos, no arios, no iraníes.

"¡Oh, Ahura! Los que tratan bien a los justos y honestos son nuestros amigos. Los que cuidan el ganado y hacen prosperar la tierra serán huéspedes de Vahumán y Ashá." (Hat 6, 3)

Esta polémica entre nómadas y agricultores sedentarios, parte del problema planteado en los Gathas. Es un llamado por parte del autor a rechazar a dichos grupos y actuar en forma contraria a ellos. Invoca al respeto. Un nuevo estilo de vida basado en el respeto al prójimo, la naturaleza, los animales, las plantas y un acercamiento a la verdad, la honestidad y la ética. "Y el universo optó por el pastor. Y el hombre honesto y fomentador de la prosperidad votó. ¡Oh, Ahura, nunca el no-pastor, que finge ser devoto, podrá ser tu mensajero!" (Hat 4, 10)

Así tenemos la dicotomía bueno-sedentario-agricultor y malo-nómada-bandido; luz-tinieblas; lucha del bien contra el mal en toda la naturaleza. Esta disputa es el núcleo principal de la ideología de Zaratustra. Parte de ello estuvo motivado por la contradicción existente en los climas y fenómenos naturales de la zona irania. Tierras fértiles y su contraparte, grandes desiertos. Frío y calor extremos, contradicciones en la naturaleza misma, como reflejo de la batalla del Dios bueno Ahura Mazda, con el Dios malo Ahrimán. Esta visión dualista religiosa impregna la doctrina zaratústrica o mazdeísta.

Bien a bien, no se sabe la fecha de nacimiento de Zaratustra. Diversos autores, desde escritores griegos antiguos, hasta aquellos que pertenecían al imperio sasánida nos dan diferentes fechas. Desde el 6,000 a.C. hasta el siglo VI o VII a.C. Pasando por la más aceptada, de 1,750 a.C. Por lo mismo, vive el periodo de sedentarización de los grupos arios y es por ello su actitud tan determinante.

Es importante mencionar la influencia que su doctrina tuvo en el ámbito de expansión de los persas. Ello por varios motivos: Al ser el mazdeísmo una religión reformadora, que estimulaba el ejercicio agrícola y ganadero, así como con un marcado tinte antiaristocrático, logró atraer a gran cantidad de personas a su seno. Y ya sea que los sacerdotes o magos medos estuvieran dentro de la reforma, o bien contra ella, esto contribuyó a que ellos equilibraran la balanza para que Ciro II lograra someter a los medos y que los persas lograran su dominación en el 558 a.C.

Si los magos medos eran pre-zoroastristas, con obvia tendencia a detentar y preservar las antiguas tradiciones, no se encontraron a gusto con las reformas llevadas por el gobernante medo de ese entonces, Astiages –abuelo materno de Ciro II-. Y si se encontraban absorbidos ya por la nueva doctrina mazdeísta, apoyarían la rebelión contra la imposición aristocrática de este mismo rey.

Sea como fuera, tenían gran influencia sobre la población meda, y la utilizaron para fomentar el descontento en contra del gobierno establecido en ese entonces en el imperio medo.

Otra razón para mencionar al Gatha y a su doctrina, deriva de la devoción presentada por ella de diferentes emperadores persas. Grandes conquistadores como el mismo Ciro II y Darío el Grande se vieron inflamados por la religión mazdea y su ideología.

Fueron los primeros emperadores de la historia en aceptar ser dirigidos por un solo Dios, un Dios único y omnisciente. Este Dios era el mismo Ahura Mazda que menciona y adora Zaratustra. El núcleo de esta religión es el “Orden Justo” (Rtam), y su realización en la tierra es deber de los reyes.

Así, dicho “Orden Justo”, es el camino hacia el reino de Ahura Mazda. La forma en que se debe comportar la humanidad para alcanzar la bienaventuranza, la salud y la inmortalidad. En sí la felicidad total uniéndose por completo al Señor al final de los tiempos.

Esta idea influye también en la vida diaria, pues los hombres deben realizar su trabajo como si se tratara de un culto religioso. El trabajo se convierte en un don divino. Estimula a la grandeza del pueblo por medio de su labor. Convierte a las personas en laboriosas y justas. Dedicadas al trabajo, las personas se elevan y engrandecen a su nación y a ellas mismas.

Reyes gobernantes de este pueblo pueden lograr más cosas. Además, otra forma de seguir el buen camino, es contemplando las doctrinas zaratustrianas básicas: Humat (Buen Pensamiento), Hukht (Buena Palabra) y Hvarsht (Buen comportamiento).

Si la gente sigue esta doctrina, irá a formar parte del pardís, paraíso mazdeísta. Esto a su vez, conlleva al buen comportamiento del pueblo, a la virtud de cada uno de sus individuos y a la sobriedad en los actos y a no hablar de más. Es decir, los hombres de los reyes aqueménidas eran incapaces de traición alguna a sus gobernantes, ni por miedo ni por extorsión. Aparte que la indiscreción era severamente castigada.

Los mismos reyes debían amar lo justo y perseguir lo injusto. Y aunque ellos se encontraban por encima de las leyes, nunca hicieron uso de ellas en forma perjudicial para su pueblo. Su relación con los súbditos fue de clara caballería. La traición y la rebelión contra sus gobernantes, eran consideradas los más grandes delitos que podían realizarse y eran castigados duramente.

Teniendo en general, tan buenos gobernados, los emperadores persas podían asegurarse la adhesión de su pueblo y de los sitios conquistados, a los cuales respetaron, basados en las enseñanzas de su maestro Zaratustra.

Grande fue, como puede observarse, la influencia que este tratado ético tuvo en la formación de este gran Imperio aqueménida.

Y Grande fue también el aporte cultural y religioso que este documento tuvo en la historia de la humanidad.

Así, teologías posteriores se basaron en sus prédicas y en su ideología. Cultos como el cristianismo, judaísmo e islamismo tienen sus fundamentos en la observancia zaratustriana. Principalmente respecto al criterio monoteísta y a la creencia en una lucha del Bien contra el Mal y todas las implicaciones que esto conlleva. No puede negarse la importancia de dichas religiones en el desarrollo posterior de la historia universal.



b) Sobre el autor de la obra, Zaratustra, su relieve y su tiempo.

Como mencionamos antes, no se está seguro de la fecha de nacimiento de este profeta ni el lugar del mismo. Existen varias teorías y tradiciones en cuanto a la época. Lo mismo para el sitio.

Los sacerdotes de la dinastía Sasánida propusieron que habría nacido no más de 100 años antes de Ciro II, el rey de la dinastía Aqueménida. Sin embargo, los historiadores griegos lo han puesto en una era mucho más antigua. Que es la que he tomado por más acertada, ca. 1,750 a.C.

Las fuentes principales para el conocimiento de la vida de Zaratustra son sus poemas, Gathas, que son las partes más antiguas del Avesta y que están redactadas en un dialecto muy arcaico, próximo a los Vedas. El lenguaje de los gathas es propio de la región este de Irán, lo que indica que este país era el lugar donde vivieron Zaratustra y sus primeros seguidores. Uno de los lugares más aceptados es Bactriana. El nombre de Zaratustra significa “propietario del camello amarillo”. Era un zaotar, (sacerdote) compositor y ejecutor de cánticos, que tenían detrás de sí una tradición de poesía sagrada. En los Gathas, se puede rescatar algunas referencias sobre su origen y familia. Pertenecía al clan Spitama, cuyos antepasados se dedicaban a la cría de caballos.

Zaratustra fue un adversario decidido de la religión irania antigua. Lo primero que hace al comenzar a predicar es desafiar a los dignatarios religiosos que abusaban de su poder para enriquecerse y arruinar al pueblo. Por ello se vio obligado a huir de su tribu. Encontró refugio junto al rey-sacerdote Vishtasp, que pertenencia a la tribu Fryana. Zaratustra por motivos religiosos, económicos y sociales tuvo opositores entre los reyes-sacerdotes (kavis), los sacrificadores (usigs) y los que hacían el rito (karpans).

Pronto circularon entre sus fieles leyendas maravillosas sobre su vida y sus obras, sobre su nacimiento – donde se dice que inmediatamente sonrió al mundo que le daba la bienvenida-, y los sucesos que le precedieron. Los dioses protegieron al Zaratustra recién nacido. A los veinte años se retiró a meditar a la montaña. A los treinta, recibe la revelación bajo la forma de la visión de Ormozd –Ahura Mazda-, en las orillas del río Daity.

De hecho, Zaratustra consideraba su designación como profeta, consecuencia del caos y desorden imperantes en la sociedad. Su misión es entonces, restablecer el Asha, es decir, las reglas inmutables, exactas y eternas con que Ahura creó el universo. Exigía el cumplimiento de determinados preceptos morales. El seguidor de Zaratustra, en sus acciones, palabras y pensamientos, debía colaborar con Ahura Mazda y luchar contra los enemigos.

Otros preceptos de la religión de Zaratustra eran: proteger al ganado, darles agua y no tratarles mal. El buen pastor fue para él, el modelo de piedad, preceptos que indican que el profeta predicaba a una sociedad para lo que el ganado era la base de la economía y de la subsistencia.

Su religión desempeñó un papel importante la noción de fe, al igual que la de elección, que implica el concepto de creer y profesar la fe. Se prometía a los creyentes la recompensa, que se podía recibir ya en esta vida, pero principalmente después de la muerte con la participación de Ahura Mazda, en el paraíso.

Los poemas de Zaratustra tenían una intención ritual. Se ha pensado que los gathas eran textos litúrgicos para ser recitados durante los rituales. Consta de 17 himnos con 241 cantos. Forma parte del Avesta, y es atribuido directamente al profeta. Es recitada desde hace 3,700 años.

Las fuentes relativas a la religión aqueménida nos muestran sobre todo las relaciones entre el Gran Rey y el dios Ahura Mazda, el cual es concebido como el verdadero soberano del Imperio. El rey no es otra cosa que el instrumento del dios, quien lo pone a la cabeza del Imperio para que cumpla su voluntad sobre la Tierra. La cuestión de si Ciro II era zoroastrista está sujeta a debate. En cualquier caso le influenció hasta el punto de no imponer una religión en Persia y permitir a los judíos cautivos volver a Canaán cuando los persas tomaron Babilonia en 539. También se asegura que Darío I, ciertamente devoto de Ahura Mazda, era un seguidor de las enseñanzas de Zoroastro. Darío I y sus sucesores mostraron su devoción a Ahura Mazda en inscripciones, permitiendo a las religiones coexistir. Fue durante el período aqueménida cuando el zoroastrismo adquirió peso, y varios textos zoroastristas (que hoy son parte del compendio del Avesta) son atribuidos a este período, aunque probablemente en esta época permanecían en forma de relato oral.

Los preceptos principales son:

Igualdad de todos, al margen de diferencias de género, raza o religión.

Respeto a todas las formas vivientes. Condena de la opresión del ser humano, y de la crueldad y sacrificio de animales.

La naturaleza es central en la práctica del zoroastrismo y muchos importantes festivales son celebrados en la naturaleza: el día de año nuevo el primer día de primavera, el festival de agua en verano, el festival de otoño al final de la estación y el festival de fuego de la mitad de invierno.

Trabajo duro y caridad.

Lealtad y fidelidad a la familia, la comunidad y el país.

Zaratustra dirigió su comunidad religiosa, pero ya en vida se dio una evolución hacia el sincretismo, con la religiosidad antigua de Irán. El zoroastrismo terminó siendo una fusión de estas dos religiones. La principal diferencia entre ambas religiones estribaba en el hecho de que los dioses de la religión irania primitiva habían ocupado su lugar, al lado de los Amesa Spantas, de los que Ahura Mazda era el principal.

El centro más importante de expansión del zoroastrismo fue Raga, ciudad situada en la ruta caravanera entre Sogdiana, Bactriana y Margiana. En 1673 a.C., cuando tenía 73 años, fue asesinado por uno de sus adversarios.

c) Principales temas y características de la obra que merecen destacarse.

El Avesta es una colección de textos sagrados de la antigua Persia, pertenecientes a la religión zoroastriana y redactadas en avéstico.

El Avesta conservado hasta nuestros días es una colección de textos litúrgicos que apenas alcanza la cuarta parte del Avesta completo, tal y como fue compilado en la época sasánida, cuando el zoroastrismo adquirió categoría de religión del Estado.

Narra la historia de la creación sobre las bases de la lucha entre Ahura Mazda y Ahmirán, el cual, al final de los tiempos, será totalmente acabado.

Ya en el siglo XIX se descubrió que entre los textos llegados hasta nosotros hay una pequeña parte, que constituye el corazón de la liturgia, escrita en una lengua más antigua que el resto del Avesta. Estas partes son los gathas (cantos), en un tipo de versificación similar a la de los himnos védicos. Estas partes más antiguas se vienen atribuyendo tradicionalmente a Zoroastro. Sin embargo, en estos himnos, jamás se habla
de la creación del universo, ni del futuro del ser humano. Esto pertenece al conjunto de creencias anteriores y posteriores a Zaratustra. El idioma en que fue redactado el libro se llamó avéstico o dabirí, que apareció en los siglos VI a IV a.C. y que fue creada con el propósito de poder pronunciar el Avesta correctamente, ya que la escritura oficial del momento, el pahlavi carecía de vocales escritas y muchas letras podían pronunciarse de maneras distintas. Ello fue por lo que crearon un sistema mejor para salvaguardar tan importante escrito.

El Gatha es realmente un texto muy importante y rico en información, tanto en su desarrollo interno, así como todo lo que podemos inferir alrededor de él, sobre los temas que trata, su autor y en aquello que está basado.

Para explicar todo lo anterior debemos remontarnos a los orígenes de la religión persa y aún más allá, al principio mismo del credo indoeuropeo.

Cada uno de los grupos escindidos de los indoeuropeos llevó consigo el legado religioso común. Este podemos encontrarlo en su expresión más antigua en la religión védica.

La pista de esta relación se la proporcionó al historiador francés Georges Dumézil la repetición, en todos estos sistemas religiosos, de unas tríadas de dioses supremos que se asociaban a tres ámbitos de influencia bien diferenciados.

Así en todos estos sistemas religiosos habría un dios relacionado con el ámbito de lo sacerdotal, otro dios ligado a la guerra y un último dios, o diosa, ligado al ámbito de la fertilidad. De esta forma, Dumézil ponía en contacto grupos de dioses tan aparentemente diferentes entre sí como los de la tríada capitolina romana, claro ejemplo del sistema anteriormente expuesto, en el cual Júpiter representa el poder sacerdotal, Minerva el bélico y Juno (anteriormente Quirino) todo lo relacionado con la fertilidad; con otros grupos de dioses dirigentes como los de la mitología nórdica (Odín, Thor y Freya) o, incluso, los de la India (Brahma, Indra, Varuna).

Mostró que este esquema religioso típico de este tipo de culturas, derivadas, como ya hemos indicado, del tronco indoeuropeo; no eran el único elemento afectado por esta división trifuncional. Efectivamente, el investigador francés se dio cuenta de que numerosos sistemas sociales se componían de tres estratos: el sacerdotal, el guerrero y aquel que se relaciona con la producción de alimentos y, por tanto, con la fecundidad. Este sistema social quedaba reflejado en fenómenos tan significativos como el sistema de castas de la India.

Se debe tomar la multitud de dioses que hay en las culturas para llegar a descubrir la religión primitiva de los indoeuropeos y recomponer a sus divinidades primigenias, las que en sus diversas manifestaciones dieron origen a las religiones antiguas y modernas, y recompusieron los panteones locales con los mismos dioses indoeuropeos que adoptaron ropajes regionales. La forma más pura de los dioses indoeuropeos se puede encontrar en los Vedas, religiosidad que antecedió al zoroastrismo en Persia y al brahmanismo en India, recordando que estas dos religiones verdaderamente son reformas al vedismo antiguo. Es de presumir que los príncipes guerreros indoeuropeos se presentaban como reencarnaciones de la divinidad ante los pueblos sometidos, en donde la religión primitiva no tenía la estructura dogmática ni ceremonial, sino que se fue transformando en multitud de ramificaciones, que conservaron la misma esencia, para convertirse en nuevos credos, los que posteriormente dieron origen a las tres grandes religiones denominadas monoteístas. La religión indoeuropea en su punto central más antiguo debió ser pastoril, agraria, solar y animista, convirtiéndose con las oleadas de conquistas en una religión de dioses guerreros, capaces de proferir códigos de comportamiento con el fin de someter a los conquistados.

En la mitología védica el primer nivel de dioses, se encuentra ocupado por dos personajes de caracteres diferentes y complementarios: Varuna y Mitra.

Son antitéticos; cada especificación de uno conlleva a una contraria del otro. Mientras Mitra es de “este Mundo”, el día, lo bien sacrificado, etc.; a Varuna le corresponde el “otro mundo”, la noche, lo mal sacrificado. En fin, tiene afinidades demoniacas, contrario a Mitra, cuyo significado de la palabra es “contrato”, o sea, un problema social y tangible, divinizado. Mitra fue parte del panteón pre-zoroástrico Iraní. Pasó a convertirse, después de la reforma de Zaratustra, en auxiliar sumiso y disciplinado de Ahura Mazda y de su iglesia.

El centro del culto de esta religión mitriánica, lo constituían las orgías, las ceremonias de sacrificio de la vaca o del toro, al cual le otorgaban poder de purificación y de propiciación que adoptó la forma de un bautizo de sangre.

También se tomaba el haoma o soma, quizá mezclada con la sangre del animal sacrificado. Todo ello creaba un estado de furor, violencia y destrucción.

Contra todo lo anterior, fue que Zaratustra luchó y trató de eliminar las ceremonias.

"¡Oh, Mazda! ¿Cuándo entenderán mi misión los hombres más destacados? ¿Cuándo será destruida esa mortífera bebida? Con ella, los karpán y los reyes malvados atraen engañada a la gente." (Hat 13, 10)

Jamás fue partícipe del maltrato a los animales y menos de su sacrificio. Veía, además del la crueldad explícita, una forma de dominación mental por parte del clero, para con el pueblo, y más con la utilización de sustancias alucinógenas como el soma anteriormente mencionado. "¡Oh, Ahura! Para quien fomente Dorug y la corrupción, ¿qué castigo determinas? Quienes separen a la gente de su líder y perjudiquen los pastos y a los animales tendrán un desgraciado final." (Hat 4, 15)

Deseaba formar un culto basado en la pureza, creando una liturgia reformada, aunque lo más cercano posible a la anterior. De hecho, el culto al fuego, símbolo del Bien y de la Luz para los antiguos medo-persas, se mantuvo en la tradición zaratústrica, como un elemento muy importante. En el Avesta se dice que Ahura Mazda lo poseyó y mediante él pudo crear todas las criaturas. Las llamas iluminan lo oscuro, purifican, limpian la suciedad y tienden a ir hacia arriba. El fuego es representante y manifestación del Sol en la Tierra. Así nació el templo del fuego, alimentado por siempre y cuyo uso aún pervive en esta época. E  s él, el primer pensador de todo el universo, el que iluminó la Tierra y creó la Luz.                                           "¡Oh, Dios de la Sabiduría, Con vuestra luz eterna, iluminad nuestras conciencias!"(Hat 4, 7)                    Siendo tantos los conceptos importantes extraíbles del zoroastrismo que influyeron de manera importante, especialmente entre los hebreos, y de ahí al cristianismo y al islamismo, que haré una mención de algunos de ellos y en algunos casos desarrollarlos en la medida de lo posible.

a) Dualidad entre la luz y las tinieblas, es decir, entre el bien y el mal. La bondad y la Maldad, espíritus gemelos, surgidos en el inicio del universo, se hallan en el pensamiento, en las obras y en las palabras.      "Los sabios escogerán la Bondad y se desviarán los necios." (Hat 3, 3) De hecho, la vida en la Tierra se representa como una batalla entre estas dos fuerzas. Tanto Angra Maynú (espíritu del mal, Ahrimán), como Sepantá Maynú (espíritu del Bien, Ahura Mazda) son puro espíritu, carecen de materia. Son eternos y antagonistas. Así, Ahura tuvo que crear el universo como arma con la cual derrotar al Mal. El hombre está en el frente de esta lucha. Pero no obligado. Ello da paso al siguiente punto. "¡Oh, Sabio Mazda! Cuando vos creasteis el cuerpo y el alma, disteis la facultad de obrar, y con vuestra idea quisisteis que cada uno eligiera su fe libremente." (Hat 4, 11)

b) El libre albedrío. En la Tierra, cada persona es libre de elegir entre el Bien y el Mal. Aunque existan códigos divinos, el ser humano decide si quiere cumplirlos o no. Sin embargo, siempre estará tentado por el mal para desobedecer la ley divina. Escuchad las soberanas palabras y, con la mente clara, contempladlas. Luego, cada hombre y cada mujer debe elegir uno de esos caminos.
"Antes de que llegue el Gran Día, ¡Despabilaos y divulgad nuestro mensaje!" (Hat 3, 2) c) Los animales se vuelven sagrados. Ejemplo de ello sería la imagen que de alguno de ellos nos han llegado:

El Toro, con su imagen de fuerza, representó al padre de los rebaños, la fecundidad, pero para crear a la humanidad. Es esposo y padre; hace nacer la vida y con ella perpetúa la especie y multiplica el rebaño.

El ciervo o pausen, una variedad de cérvidos que combaten a las serpientes y que incluso, a veces las devoran y que existen en esa zona del Asia. Los mazdeos ven en el duelo del pausen y la serpiente, la imagen alegórica de la lucha victoriosa del Bien (Ahura Mazda) contra el Mal (Ahrimán).

El buitre, como agente activo que liberaba a los hombres de sus carnes marchitas y putrefactas. En especial en aquellas regiones en las que se exponían los cuerpos de los muertos a los elementos, para no profanar la Tierra sagrada.

d) La idea de Paraíso surge con Zaratustra.

Cuando el hombre muere, sus pecados y buenas obras acumuladas serán medidas en una balanza, ante el juez Mitra y luego el alma deberá cruzar el puente de Chanvat. Si se ha portado bien, devoto y piadoso, logrará cruzar e irá al paraíso. Pero, si no es así, caerá en las oscuras profundidades del infierno. En caso de haber un equilibrio en su comportamiento, irá al Hamestegan. El cual nos recuerda a nuestro purgatorio. 

"De esta manera, el que no sea recto no encontrará el camino de la verdad, y cuando intente cruzar el puente de Chanvat, su conciencia lo rechazará. Sus palabras y sus obras lo desviaron de la senda de Ashá." (Hat 16, 13)

Sin embargo, para los mazdeos, ni el paraíso ni el infierno son eternos, ya que durarán sólo hasta el fin del Mundo.

Encontramos así, el principio de la ideología escatológica del premio y el castigo, al final de nuestra vida. En el cual veremos y estaremos con nuestro creador, o alejado de Él.

"El que busca la verdad pide la salvación. El que vivió, el que vive y el que al mundo vendrá. Al final, los justos triunfarán y sus almas serán eternas. El dolor y la pena serán para los seguidores de Dorug. Se quedarán sin alegría y sin felicidad. Esta será, mediante Jashtar, la voluntad de Ahura." (Hat 10, 7)

e) El trabajo, la felicidad, la prosperidad y el buen gobierno son los pilares para la constitución de un buen Estado. El trabajo dignifica y es un don, no una carga.

"El sensato discípulo del Mejor Pensamiento, de la Mejor Palabra, vive del fruto de su trabajo y recibirá de Ahura salud y una vida eterna." (Hat 12, 1)

f) El dios superior (principios del monoteísmo), Ahura Mazda como señor de la luz y del bien. Quiero hablar de aquel que es supremo." ¡Oh, Ashá!, hablo de Ahura, que es adorado. Ignoro si él me oye. Yo le demuestro, a través de Vahumán, que mi fe es sincera. Y Ahura me manda su sabiduría y me guía hacia la luz." (Hat 10, 6)

g) La idea de los ángeles que eran los seres que presidían los fenómenos naturales y que luchaban contra los demonios. Posterior a Zaratustra, se fue elaborando una serie de leyendas y enseñanzas sobre espíritus subsidiarios que acompañaban a Ahura Mazda y Ahrimán respectivamente, en la lucha. Al Arcángel Sorush pido que me ayude a triunfar en esta difícil misión.

"Deseo disfrutar de una larga vida, aspiro a llegar hasta Vahumán y anhelo alcanzar, con la ayuda de Ashá, el paraje celestial de Ahura." (Hat 6, 5)

Eran los Emsha Sepantán, los siete santos inmortales que apoyaban a Ahura. Al principio eran sus atributos –Espíritu Santo, Pensamiento Virtuoso, Rectitud, Reinado Deseado, Pureza, Prosperidad e Inmortalidad-; para convertirse posteriormente en los arcángeles de la corte celestial de Ahura. Así como existía el ejército de la Luz, había por otro lado, el del Mal; la hueste de los demonios, los vicios personificados y sirvientes de Ahmirán, compuesta por el Pensamiento Maléfico, Concupiscencia, Reinado Opresor, Negligencia, Envenenador de las Plantas y animales y Preparador del Veneno; claros entes contrarios a las legiones divinas.

h) Los mazdeos creían que en el cuerpo humano coexistían cinco fuerzas mezcladas entre sí, causa del crecimiento corporal y espiritual humano. Ellas eran, la Fuerza de Vida, la Conciencia, la Intuición, el Alma y la Fuerza Motriz.

"El alma posee la libertad de elegir entre el Bien y el Mal y esto provoca alegría o tristeza en la Conciencia, la cual crea el paraíso o el infierno en su interior. Pero, ¡oh, Mazda! La alegría y la abundancia serán para los que tengan su conciencia con Vahumán se guían por la rectitud y están junto a Jashtar." (Hat 14, 5) La Fuerza Motriz, llamada Farvahar, es la esencia humana suprema. El rayo de luz que viene directamente de Ahura y que deposita en el interior de todos los seres para guiar el alma hacia las virtudes, y poder retornar de este modo al origen divino.

En los textos mazdeos, Farvahar aparece como un hombre anciano, con dos alas extendidas, cruzando un aro. Su imagen es la de un iluminado.



Algunos devotos han confundido esta imagen con la de Ahura Mazda, pero es importante recordar que Él es un espíritu abstracto que jamás fue descrito con una figura material.



i) La virtud absoluta era la valentía como forma suprema de piedad.

j) El pecado más grave era la cobardía junto con la mentira y la bajeza en los actos de la vida. "¡Oh, Mazda! La verdad es la base de nuestra doctrina y la mentira, causa del mal, es el fundamento de la falsa fe. Quiero atraer al pueblo hacia la buena virtud y que rompa los lazos de los divyasníes." (Hat 14, 3)

k) Las virtudes más elevadas eran la verdad y el honor. "¡Oh, Sabio! El camino enseñado, obrar con honestidad y fomentar la justicia son la senda de la salvación. Nos encamina hacia la sabiduría para integrarnos en vos." (Hat 7, 13)



El zoroastrismo, a pesar de haber sido la religión oficial de Persia, sucumbió ante los invasores, especialmente por las conquistas griegas, y sus remanentes terminaron apabullados por el Islam. Sin embargo, sus conceptos y muchas de las creencias pervivieron de muchas formas, aún mimetizadas como sectas, en la nueva religión. Con las conquistas de Alejandro Magno los conceptos del zoroastrismo fueron trasportados a vastas regiones, influenciando diversas religiones posteriores.

Así pues, Zaratustra nos dejó un importante legado cultural y religioso. Sus himnos enseñan a comportarse bien, de manera honrada y trabajadora, mereciendo con ello ser parte del paraíso prometido por Ahura Mazda y sobre todo formar parte de Él al final de los tiempos. Pero aún más importante, es que llevando una buena vida, se lucha a su lado y se le apoya para realizar su Plan Divino, acabando con el Mal.

Con el mazdeísmo nos encontramos por primera vez con una religión monoteísta, con la presencia de la lucha entre el Bien y el Mal y muy importante, con el concepto innovador del Libre Albedrío. Las personas pueden elegir si seguir por el camino del bien a su creador, Ahura Mazda; o bien, el camino del Mal y a su detentor, Ahmirán, imagen del Mal y el diablo.

Por primera vez encontramos un pensamiento escatológico que plantea una premiación o castigo, dependiendo el comportamiento en la vida terrena.

Estas aportaciones se han convertido a través de los tiempos, en cimiento de nuevas religiones. Tanto la judeocristiana e islámica, así como diversas sectas y herejías originadas en ellas.

La religión original de Zaratustra, no soportó por completo la muerte de su profeta. Los sacerdotes de la antigua religión persa, tomaron muchos de los conceptos mazdeístas y los incorporaron a sus tradiciones ancestrales. Crearon una nueva religión que incorpora muchos preceptos Zaratustrianos y a los antiguos dioses persas con sus alabanzas propias. Esta nueva religión sincretista es lo que conocemos como zoroastrismo. Muchas de las costumbres contra las que luchó Zaratustra fueron incorporadas a ella y después importadas como un conjunto a otros pueblos.

Es el caso de la creencia mithraísta, fuertemente arraigada en la mentalidad persa, con la cual no pudo acabar Zaratustra. De hecho, ni siquiera hizo el intento. El mito de Mithra como mediador entre el Creador y la humanidad, que pide clemencia por ella al Dios Supremo, dejó su huella en la fe zaratustriana. Y aunque el profeta batalló contra los sangrientos sacrificios de animales, mantuvo el respeto por el Dios. Es más, en el Avesta, Mithra es un ángel protector de los compromisos.

Quizá una de las tradiciones persas más visibles para nosotros sean exactamente las que se refieren al culto a Mithra. Sabemos que la conocieron generales como Alejandro Magno; y que en el Imperio Romano se veneraba a este Dios. Era un culto muy extendido y que para muchos, dio pie a la conformación de las doctrinas cristianas.

Aparte del culto a Mehr o Mithra, otra manifestación importante, tiene que ver con las herejías de los primeros siglos de nuestra era, siendo la más conocida el maniqueísmo. Así como ella, las herejías de los primeros siglos cristianos llevaban una clara y marcada tendencia dualista, exacerbada hasta el extremo. Las religiones gnósticas se fundamentan en esta lucha del bien contra el mal, la semilla luminosa que llevan los seres dentro de sí mismos y una concepción pesimista de la vida. A tal grado llegó esta percepción, que para ellos el mundo real no podía ser creación de un dios bueno; debía ser la realización de un demiurgo. Un ente malvado que deseaba atrapar a la humanidad en este cuerpo y en esta carne corrupta y sólo aquella chispa de luz con la que el hombre nacía, podía liberarlo para regresar a formar parte de Dios.
A modo de comentario final, mencionaré lo ya dicho: el mazdeísmo sentó las bases para muchas de las grandes religiones del mundo, tanto en oriente, como en occidente. Tanto en sectas pequeñas, como en religiones que rodean al mundo. Dejó establecida una concepción del mundo y de Dios, como ninguna otra religión antigua. He ahí su importancia y su sustento.




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